1. INTRODUCCIÓN. 2. LOS
PRIMEROS DIOSES.
3. LOS TITANES. 4. LA
TITANOMAQUIA.
5. LA GIGANTOMAQUIA. 6. EL
GÉNERO HUMANO.
Los griegos antiguos, gente de espíritu brillante e imaginativo habían
creado un orden de las cosas que funcionaba en armonía en el marco del inmenso
mundo que les rodeaba. Pronto les ocupó el principio y la creación del mundo,
tal como ocurrió con todos los miembros de las primeras civilizaciones. Así
trataron de interpretar las fuerzas naturales y los fenómenos inexplicables de
la manera que les pareciera más lógica, fieles siempre a la finalidad de las
cosas, que partía del respeto que guardaban hacia los seres superiores que
mandaban y dominaban el destino del universo.
El contorno tremendamente inmenso que les rodeaba pronto sirvió de incentivo a
la gente del espacio griego para deificar a sentidos abstractos, elementos de
la naturaleza y en general a cada cosa temible que creían que dominaba su
destino y supervivencia.
La divinidad que más venerada fue en los años de la prehistoria no sólo en Grecia sino en todos los países antiguos, era la
Tierra. Sobre la tierra pisó firmemente por vez primera el hombre y se nutrió
de sus frutas. Los pueblos del Mediterráneo identifican a la diosa Tierra con
la diosa de la fecundidad, que según representan las estatuillas de la época
halladas en varias partes de Grecia, era una
mujer desnuda de pechos y caderas demasiado anchas, rasgo muy característico de
la diosa de la fertilidad. Así el cultivo de la tierra fue estrechamente
asociado con los ritos religiosos.
Al comienzo de cada fábula o verdad, en el principio de la creación del Universo, fue el Caos. Igual lo fue en el nacimiento del antiguo cosmos griego. El Caos engendró a Erebo y a Nicte (la Noche); Erebo y Nicte a Eter, a Hemera (el Día), a Hipno (el Sueño), a Tánato (la Muerte) y a las Moiras, así como a las Espérides y Eros. Luego la Tierra extensa y cálida sirvió de base y fundamento para las diversas formas de vida. Urano que rodeaba la Tierra era el dios más grande desde los principios del Universo.
Ceo+Febe |
Crío +Euribia |
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Ríos (3000) Nilo Alfio Heridano Acheloo Strimón Oceánidas (3000) Electra Admetes Calipso Styx Asia |
Astreos Persas Pallantas |
Forcis+Ceto |
Euribia |
Nereo+Dóride |
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Grayas |
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50 Nereidas entre las cuales: Anfitrite Galatea Psamatia Tetis |
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Aelo Ocípete Celeno |
Esteno Euriale Medusa |
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Cronos quien pertenece a la primera generación de dioses, fue el único hijo de Gea (la Tierra) que ayudó a su madre para que se vengara de Urano, su padre. Cronos armado de una hoz castró a su padre. Luego se hizo con el mando de la Tierra y volvió a encerrar a los Cíclopes y a los Hecatónquiros (los de cien manos) en el Tártaro, ahí mismo donde Urano, su padre los tenía sepultados. Enseguida se casó con su hermana Rea, pero no quería que viviera ninguno de sus hijos. Sus padres le habían predicho que uno de sus vástagos lo destronaría. En cuanto sus hijos venían al mundo Cronos los devoraba. Había devorado ya a Hestia, Demeter, Hera, Plutón (Hades) y Poseidón. En vista de eso la diosa Rea, nada más quedó embarazada de Zeus, se marchó a Creta donde dio a luz en secreto; confió el recién nacido a la Oceánida Metis y engaño a su marido entregándole una piedra envuelta en pañales, que devoró al instante creyendo que era su hijo recién nacido. De este modo se salvó Zeus.
Apenas creció Zeus obligó a Cronos a vomitar a los hijos que había engullido,
dándole una pócima. Una vez libres sus hermanos, Zeus liberó a los
Hecatónquiros y a los Cíclopes, y todos juntos declararon la guerra a Cronos,
su padre que tenía como aliados a sus hermanos los Titanes.
En esta terrible guerra, llamada Titanomaquia, tomaron parte todos los dioses,
los antiguos y los nuevos. Durante esta famosa contienda, los Titanes habían
acampado en la montaña Otres, mientras que Zeus y sus aliados estaban en el Olimpo.
Los Cíclopes dieron a Zeus sus armas: el trueno, el relámpago y el rayo, a Poseidón el tridente y a Hades, el casco que lo hacía invisible. Los tres
Hecatónquiros con sus trescientas manos arrojaron enormes rocas contra los
Titanes. La victoria para los Olímpicos no tardó en llegar. De este modo, Zeus
se convirtió en el joven heredero de la primigenia generación de dioses. Es el
más sabio, posee cualidades superiores y representa a las fuerzas naturales. No
obstante, de la generación de los titanes, no todos estuvieron de parte de
Cronos, como por ejemplo océano, mientras que Prometeo,
hijo del Titán Jápeto, según se dice, entregó
importante apoyo a Zeus. Al final de la Titanomaquia, Cronos y sus hermanos
fueron encadenados y arrojados en el Tártaro y a los Hecatónquiros se les dio
el encargo de vigilarlos.
Las consecuencias del nuevo orden de cosas que empezó a reinar fueron dolorosas para algunos. Atlante, hijo del titán Jápeto, fue duramente castigado por haber participado en la lucha, de parte de los Titanes, en contra de Zeus. Fue enviado a los confines de la tierra, hacia el Poniente, en las fronteras de la Noche (Nicte) y del Caos, en donde las Hespérides guardaban las manzanas de oro. En este lugar, fue condenado a llevar eternamente sobre sus hombros la bóveda del cielo, mientras apoyaba sus pies en la tierra (en la antigüedad se creía que la tierra era el centro del universo y sobre ella estaba la bóveda celeste).
Gea vio con disgusto el castigo que había impuesto Zeus a algunos de sus hijos, a los Titanes, y además, pensando que los dioses no la honraban como era debido, decidió vengarse y engendró a los Gigantes. Los Gigantes eran seres enormes, tenían serpiente por cabellos y su cuerpo terminaba en cola de dragón (serpiente). Su apariencia provocaba estremecimiento, y eran invencibles. Apenas nacidos, iniciaron el ataque a los dioses del Olimpo, con antorchas encendidas, lluvias de rocas y árboles desraizados, envueltos en llamas. Las montañas vibraron y las estrellas y el mar se convirtieron en un infierno. Los dioses olímpicos se enfrentaron a una nueva batalla, con Zeus sus rayos, a la cabeza y con el apoyo de dioses de igual talla, dispuestos a hacer frente al ataque. Los dioses combatientes fueron Poseidón, Apolo, Hefesto así como las Moiras, Dioniso y su séquito, y otros más. No obstante, la gran protagonista en este suceso fue Atenea, que nació durante los enfrentamientos, de la cabeza del dios Zeus. Atenea emergió de su padre completamente armada. Nada más salió a la luz, dio muerte instantánea al gigante Palante y combatió siempre al lado del dios. La Gigantomaquia duró mucho tiempo y habría durado más, si no hubiera sucedido lo que predijeran las Moiras: que los Olímpicos conseguirían la victoria, a condición de que un mortal fuera su aliado. Y así fue. A su bando, se les unió Hércules, y uno tras otro, los gigantes cayeron derrotados.
Una vez, en tiempos remotos, cuando existían sólo dioses inmortales y ningún mortal sobre la tierra, pensaron los dioses en crear los seres que la poblaran. Cuando se hubo decidido eso encargó Zeus a los hijos del Titán Jápeto, que dotaran de gracias y fuerzas a las criaturas terrenales. Epimeteo rogó a su hermano que le permitiera hacer el reparto. Así fue, de este modo que: a un animal le donó la belleza, a otro la potencia, a otro, lo hizo pequeño pero veloz, a otro grande y a otro sagaz. Epimeteo adornó, otorgó y repartió a cada cual lo que creyó conveniente. Pero no siendo tan sabio como Prometeo, ofreció todos los dones a los animales, dejando al hombre para el final. En consecuencia quedó el hombre desnudo, indefenso y sin arma alguna.
Fue entonces cuando Prometeo, el amigo del hombre, viendo la injusticia que se había cometido, trató de enmendar el error y hurtando de la diosa Atenea la sabiduría, entregó al hombre la lógica. Enseguida, robó el fuego del taller de Hefesto y se lo regaló al hombre, que empezó a calentarse, a vivir y a crear con el fuego. Prometeo tomó al género humano bajo su protección y le enseñó todo lo que sabía. No obstante, Zeus al enterarse de que había dado al hombre tales dones, que ya alcanzaba a asemejarse a los dioses, montó en cólera contra él, arrojó rayos y relámpagos, preso de rabia. Por ello, dirigió sus iras contra Prometeo y lo castigó duramente; le hizo encadenar en el monte Cáucaso, en los límites de Universo. Allí llegaba todas las mañanas un águila que le roía el hígado. Durante la noche, volvía a crecerle el hígado y el águila volvía de nuevo, al día siguiente a cumplir su cruel operación. Treinta años más tarde, Hércules liberó a Prometeo de tal cruel suplicio.
Hefesto, el herrero, dios del fuego, modeló
en su taller a la primera mujer. Al principio fue una estatua de metal. La
hermosura de su figura era tal que Zeus resolvió
insuflarle vida. Acto seguido cada uno de los dioses le agradeció con un don;
belleza, gracia, inteligencia, habilidad y poder de persuación. Pero Hermes, plantó en ella la astucia y la mentira y Hera, la curiosidad, que no le dejaría en paz un
solo instante.
Zeus envió a Pandora como regalo, a Epimeteo
quien hechizado por su belleza, decidió enseguida, casarse con ella. Como
regalo de bodas les ofrecieron una hermosa caja adornada de piedras preciosas y
oro. La caja estaba cerrada, pero Zeus al darle a Pandora la lleve le advirtió
que si quería que vivieran felices, no la abriera jamás.
Por un tiempo Epimeteo y Pandora disfrutaron de una vida plácida y feliz; sin
embargo la curiosidad que había clavado Hera en el alma de la mujer fue más
fuerte que el consejo recibido y un día la abrió. No bien los hizo, empezaron a
salir todas las desdichas y los males de los hombres. Las enfermedades, las
amarguras, los dolores y otras desgracias. La esperanza salió última, en forma
de pequeño pájaro y como símbolo de consuelo para la humanidad.
Según Hesíodo, durante el reinado de Cronos,
vivía el Género Humano de Oro. La vida en aquel entonces era idílica ya
que los hombres vivían ajenos a todo tipo de problemas, felices como los
dioses. No había pena que les preocupara ni vejez que les amenazara.
Permanecían siempre jóvenes, se divertían continuamente comiendo tan sólo
frutas de la tierra puesto que no mataban a ninguna criatura viviente. No había
puertas ni cerraduras porque no había nada que esconder pues el robo era un
acto totalmente desconocido. Cuando los hombres se sentían cansados de tanto
vivir, simplemente se acostaban bajo la sombra de algún árbol y allí dormían
dulcemente. Entonces sus cuerpos se hacían transparentes y ligeros y un
vientecillo suave al soplar los llevaba a un país tranquilo y mágico.
Luego del Género de Oro, sobrevino el de Plata, que no era tan feliz
como el primero ya que surgieron los primeros actos ilegales. Hasta el reino de
los dioses había cambiado mucho. Las cosas empeoraron notablemente durante el Género
de Cobre cuando sobrevinieron las calamidades, las enfermedades, la
violencia, la guerra. De ahí que aparecieran los primeros héroes para luchar
contra el mal.
El Género de Hierro que vino a continuación hizo la vida de los seres
humanos imposible; los hombres ya luchaban a diario para sobrevivir con único
aliado la esperanza en el corazón.